Aprendiendo a aprender

En una escuela sin nombre…

Un chaval inquieto se revuelve en su silla. Tiene 8 años y la mirada viva, penetrante. Acude a una escuela rural en un pueblo pequeño. Podría ser casi cualquier sitio del mundo.

Nuestro amigo se llama David, pero eso no es muy importante. Lo importante es que le gusta soñar despierto, no lo puede evitar pese a las reprimendas que a menudo le caen por ello. A veces, en alguna tarde perdida de primavera, el niño deja volar su imaginación y se pregunta si todas las escuelas serán como la suya.

En su clase hay niños y niñas, cada uno con sus habilidades y torpezas. Son más de treinta los que comparten el mismo profesor. El maestro es un hombre joven y voluntarioso, pero con poca paciencia y sus clases resultan aburridas. Cada día lee la lección que corresponde en su libro, les contesta las dudas, si es que a alguno le apetece manifestarlas, les hace unas preguntas y les manda unos ejercicios. Es la tarea para casa, para traer y corregir al día siguiente.

David se aburre. La lección del libro de texto y las explicaciones del profe parecen iguales cada día. Su contenido no tiene ningún interés para él.

Aburrimiento escolar

Una buena noticia

Un día de otoño David  recibe una noticia bomba: el profesor ha caído enfermo y durante un tiempo no podrá realizar su labor. Le sustituirá una profesora nueva. La noticia le llena de expectación: ¡finalmente algo diferente!

La nueva profesora entra en la clase, les sonríe y se presenta. Tiene una gran energía y, ya desde el principio, David se da cuenta de que nada va a seguir siendo igual. Ella se relaciona con los niños  de una manera diferente a lo que habían conocido hasta entonces. No es esa persona cargada de conocimiento que transmite a los demás en un monólogo permanente. Les rompe los esquemas y les dice que el aprendizaje consiste en una colaboración.  Los niños la miran asombrados.

Ella les explica que la educación puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar. Les hace preguntas como: ¿y si la educación sucede cuando se “pierde” el tiempo?

Les enseña que todos tenemos la capacidad de aprender y de enseñar, de crear. Que creamos aprendiendo, aprendemos creando, en un proceso de comunicación continuo.

La Educación Expandida

La nueva profesora les cuenta una historia:

“Al comienzo de los tiempos, cuando el hombre apenas acababa de empezar a serlo (posiblemente incluso antes) el aprendizaje se basaba en las experiencias de la vida cotidiana, el conocimiento se adquiría a través del contacto con los demás y la repetición. A través de la observación, la relación con los otros, mirando, copiando e imitando. Nuestro cerebro está preparado para recoger información del ambiente, procesarla y almacenarla, teniéndola ahí preparada para cuando la necesitemos.

Pero en un sitio llamado Sumeria, hace más de 4.000 años (en el 2.000 a.C.!!) sucedió algo que cambió la historia de la humanidad: la palabra escrita y leída cogió el relevo.

A partir de entonces ya no eran experiencias reales la base del aprendizaje, sino un relato de las experiencias de otros. Que muchas veces poco tenían que ver con la realidad.

Hasta hoy.

En la actualidad sabemos que el conocimiento está en todas partes y los profesores nos convertimos en meros mediadores, en guías. Nuestro papel principal es ayudar a los alumnos a formular las preguntas adecuadas, más que a comunicar las respuestas correctas. Debemos enseñar que en el trabajo colaborativo se basa buena parte de la evolución del hombre como especie”.

La profesora lo llama Educación Expandida.

A partir de entonces, ir a la escuela cada día se convierte en una fiesta para David. Un día la profe les hace dibujar unos mapas y recorrer las calles buscando pistas relacionadas con la historia. Otro día toman fotos en la naturaleza y comentan todo lo que éstas les sugieren. Otro día forman grupos y debaten sobre los elementos imprescindibles para sobrevivir en una isla desierta… Hablan de química, matemáticas, historia… A los niños se les dan las herramientas para aprender y seguir investigando, la creatividad se convierte en el motor de las clases.  La profesora les transmite su ilusión, valorando a cada niño por lo que puede aportar al grupo, cada uno de ellos se siente importante, protagonista.

David comienza a crear, opinar, participar, relacionarse y sobre todo a compartir su conocimiento. Todos los niños aportan algo y se esfuerzan en ayudar a aquellos a los que les cuesta más entender algunos conceptos. Se sienten capaces de enseñar y de aportar al grupo.

David descubre por primera vez que puede disfrutar aprendiendo, siente un placer extraño al descubrir cosas nuevas y ello le provoca unas ganas inmensas de aprender más y más.

El juego se ha convertido para él en la base del conocimiento, pero no sólo eso: también en una manera de gestionar sus relaciones con los demás alumnos. Ha cambiado radicalmente su actitud: ha dejado de ser un espectador pasivo para convertirse en una parte muy activa de la clase.

La profesora anima a los alumnos a traer sus dispositivos móviles a la clase, tanto para producir como para compartir información. Intenta que las nuevas formas de educación se adapten a los procesos sociales,  quiere cambiar las formas de construir y compartir el conocimiento. Se centra en enseñar competencias emocionales para resolver conflictos. Les ofrece las herramientas para que se formen como personas, como individuos más cooperadores, responsables y más creativos.

Un día el director del colegio les anuncia el regreso del anterior maestro, ya recuperado de sus dolencias.

Una tarde de invierno, con el sonido monótono de la voz del profesor sonando de fondo, David se permite una vez más dejar volar su imaginación.

Y sueña con una escuela expandida. Una en la que los maestros no sólo se apoyen en los libros y las tareas. Una en la que las matemáticas y la historia se puedan mezclar en una clase. Una escuela en la que se aplauda la participación y la creatividad, y donde cada niño colabore en su propio aprendizaje.

Después de meditarlo un rato, David levanta la mano. El profesor interrumpe su monólogo y le pide que hable. Todos los niños y niñas miran a David sorprendidos.

– Profe… ¿Ha oído usted hablar de la Educación Expandida?

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